Quizá es miedo. Miedo a mostrarnos débiles,
a que nos juzguen, a que nuestras ideas no valgan.
O costumbre: acostumbrarnos a cumplir tareas
sin mirar a los ojos de quien está al lado.
O distraídos: atrapados en resultados y números,
olvidamos que detrás hay personas.
¿Y si nuestra ceguera es solo un espejo de lo que
no nos animamos a enfrentar en nosotros mismos?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *