Reímos con ganas,
como si la risa también curara.
Agradecemos el sol,
la brisa y hasta el café compartido.
Nos abrazamos sin prisa,
porque el tiempo se alarga
cuando hay cariño.
Bailamos, sí,
aunque la música
solo suene por dentro.
¿Qué pasaría si un día
recordáramos vivir así,
sin olvidarlo nunca más?

