A veces el enojo es un refugio
donde el alma se protege del dolor
que aún no sabe cómo sanar.
No olvidar puede ser un acto
de supervivencia, una forma
de mantenerse firme ante lo incierto.
El tiempo no siempre borra
lo que el corazón aún
no está listo para soltar.
Quizás perdonar no es olvidar,
sino aprender a convivir
con las heridas,
sin que nos consuman.
¿Qué nos impide soltar
lo que duele y,
encontrar la paz
que tanto buscamos?

